domingo, 26 de febrero de 2012

Tengo miedo. Entonces ama.

El miedo es exactamente lo contrario del amor (…) Con el amor te expandes, con el miedo te encoges. Con el miedo te cierras, con el amor te abres. Con el miedo dudas, con el amor confías. Con el miedo te quedas en soledad. Con el amor desapareces; se desvanece la cuestión de la soledad” OSHO

Osho fue uno de los grandes gurús de la India, que nos ha dejado profundas y sabias reflexiones.

Él afirmaba que el sufrimiento siempre provenía del miedo y que la solución para combatirlo residía en el amor. No puedo estar más de acuerdo.

Si analizamos nuestro malestar, sea cual sea la causa que a cada uno nos hace infelices, si somos sinceros y profundizamos en ello, siempre vamos a encontrar detrás al miedo. Miedo al fracaso, miedo al rechazo, miedo al sufrimiento, miedo no ser capaces, miedo a perder lo que tenemos o a no alcanzar lo que ansiamos, miedo al propio miedo… Y si vamos todavía un paso más allá y desmenuzamos estos miedos descubriremos que al final siempre es el mismo temor, sólo que en cada persona se manifiesta de manera diferente: miedo a no ser aceptados, a que no nos quieran tal como somos. Vamos a verlo con un ejemplo:

El miedo al fracaso. Cuando tememos el fracaso realmente lo que tememos es que nos vean como unos fracasados, bien sean los demás o incluso nosotros mismos, que con frecuencia somos quienes más cruelmente nos censuramos. Entonces en definitiva tememos fallar y que no nos acepten. Una persona con una sana autoestima sabe que los errores son parte del proceso de aprendizaje y no tiene nada que demostrar a nadie, no necesita demostrar que es capaz, él ya lo sabe.

Y así con todos los demás miedos, si los llevamos a sus últimas consecuencias descubriremos detrás de ellos el miedo a que no nos quieran. Por eso Osho tiene razón y el mejor modo de combatirlo es el amor, aprender a amarnos a nosotros mismos y a los demás. Porque solemos tratar a los otros del mismo modo que nos tratamos a nosotros mismos. Si observáis, una persona exigente con los demás a menudo, aunque no lo demuestre, es la más crítica consigo misma; y otra que le cuesta perdonar a menudo tampoco se perdona a sí misma sus errores. Por eso, si aprendemos a amar a los otros, también nos amaremos a nosotros mismos y eso nos traerá la paz interior que tanto anhelamos.

Dejar de juzgar a los otros constantemente, censurando lo que hacen, criticándolos. Dejar de ver todo lo negativo que tienen; claro que cometen errores, son personas, pero si dejamos de lado la crítica y la censura descubriremos que todos, absolutamente todo el mundo, tienen cosas fascinantes que aportarnos. Y si aprendemos a hacer eso, también aprenderemos a ver que detrás de nuestros defectos y limitaciones somos seres dignos de amor que tenemos mucho que aportar al mundo. Así, se trata de perdonar a las personas sus pequeñas debilidades, perdonando así las nuestras, aceptar a la gente tal como es, dedicándole una sonrisa cuando se equivocan, ensalzando sus virtudes… estos pequeños y simples gestos irán cambiando nuestra percepción del mundo, dejaremos de verlo como algo oscuro y amenazador que puede dañarnos y, al mismo tiempo, descubriremos todo lo bueno que hay dentro de nosotros.

Y alguno de vosotros estará pensando que a lo que tiene miedo es precisamente al amor así que, ¿cómo vais a amar para dejar de tener miedo si ese es vuestro temor? Bueno, para empezar os diré que con amar me refiero al sentido más amplio del término, a aceptar a los demás como son a través de esos pequeños gestos que acabo de describiros y no sólo al amor sentimental. Y con respecto a este, os dejo un texto de Osho repleto de sabiduría que tal vez todos deberíamos releer de vez en cuando: http://senderoespiritual.com/miedo-al-amor-osho/

sábado, 4 de febrero de 2012

Tiempo de cambios

En toda vida hay un momento en que aquello en lo que habíamos creído, aquello que habíamos sido, aquello que nos aportaba calma y seguridad, aquello que en esencia constituía nuestro modo de vivir, deja de servirnos. Ya lo que habíamos hecho siempre no es suficiente, ya no encontramos a Tranquilidad dónde solíamos, ya lo que antes nos distraía de las preocupaciones e inconvenientes deja de ser efectivo; nuestro mundo se tambalea, los cimientos se resquebrajan y nos preguntamos qué nos está pasando.

Lo primero, ¡don’t panic! No te asustes, no te enfades contigo mismo por sentirte así, no te preocupes ni te pongas nervioso. No tienes motivos para ello, es algo bueno: quiere decir que estás creciendo.

Yo suelo llamar a estas situaciones en mi vida “puntos de inflexión”, aunque alguien me lo expresó una vez de un modo mucho más visual: es como un vestido que se te ha quedado pequeño. Te encantaba ese vestido, siempre te sentiste cómodo con él, era tu vestido favorito y de repente, ¡zas! Se te ha quedado pequeño.

Pues así ocurre en la vida. Sólo que de primeras es una sensación muy desagradable porque no sabemos que nos está pasando, sólo notamos esa sensación de incomodidad, de que ya no estamos a gusto como estábamos antes. Pero una vez pasado el susto inicial y comprendido que un cambio está llamando a nuestra puerta, relajémonos, calmémonos y escuchémosle. No es fácil, su voz es al principio débil y susurrante. ¿Por qué? Porque es una voz que en el fondo siempre te ha hablado pero a la que nunca has escuchado, por eso es necesario esforzarse en poner oídos para entenderla. Mira dentro de ti y busca que es eso que tanto te incomoda y que pide a gritos un cambio en tu vida. Repito que no es fácil, te llevará tiempo. Se trata de fijarte en qué facetas o ámbitos se manifiesta más claramente esa sensación de incomodidad y así irás viendo por dónde van los tiros.

A nadie le gusta sufrir, nos horripila esa sensación de disgusto, de incomodidad, de no ser capaces de dejarnos levar con la corriente que antes nos mecía. Pero será mucho más llevadero si entendemos que es para bien y que tras ello nos espera un cambio a mejor, siempre. A menos que te niegues a aceptar este cambio. Si te enfadas con él, si luchas desesperadamente por volver a meterte en ese vestido pequeño, al final lo conseguirás, pero estarás incómodo toda la vida. Así que, aunque hallas de pasar una época de DESCONCIERTO -que es en realidad lo que nos disgusta, esa sensación de que nuestra vida zozobra y no sabemos hacia donde reconducirla- sigue adelante y averigua a dónde te lleva ese nuevo camino. Es el único modo de crecer, evolucionar, aprender y MADURAR.

Fijémonos en la naturaleza, que a menudo tiene todas las respuestas. Un árbol maravillosamente frondoso y fuerte. Llega un momento en que sus hojas constituyen un lastre para él, ya no lucen tan vigorosas, ya no están llenas de vida y ya no pueden aportarle nada porque se han vuelto estériles. Es momento de desprenderse de ellas, de desnudarse y quedarse vacío. Y no es agradable. Y no es bonito. Vemos esos árboles sin vida, parecen muertos, da pena verlos apenas convertidos en un esqueleto de madera. Pero aunque no guste verlos así, en su interior está gestándose una nueva etapa, ¡aunque no lo podamos apreciar así es! Y al final esto se hace evidente y sale a la luz, es un proceso lento y paulatino que parece que jamás llegará pero siempre lo hace. Un pequeño brote al principio, una hojita por aquí y otra por allá. Hasta que el árbol se llena del verde más esplendoroso, nacen las flores más fragantes y con el verano vienen ¡los frutos!, eso que ya sus ajadas hojas de antes no podían darle.

Así, queridos amigos, en la vida hemos de quedarnos desnudos, sin nada que nos arrope, muchas veces si realmente queremos crecer y no quedarnos siempre con un atuendo que ya nada puede aportarnos, sólo limitarnos e incomodarnos.

Por ello repito que no os asustéis, no os enfadéis con esa desagradable sensación, simplemente tratad de prestad atención a su mensaje, qué es lo que pide a gritos salir de dentro de vosotros y ayudadle a hacerlo.

La primavera se va acercando en el hemisferio norte. Ya queda poco para ver los nuevos brotes J