sábado, 28 de mayo de 2011

¿Buscar la felicidad o evitar la infelicidad?

La vida es una cuestión de elecciones. Sólo que muchas veces no nos percatamos de que fuimos nosotros quienes elegimos ese camino.
Y en esta vida se puede elegir buscar la felicidad o evitar la infelicidad, buscar el éxito o evitar el fracaso, buscar el amor o evitar el desamor. Y no sabéis hasta qué punto estas elecciones marcarán la diferencia en vuestras vidas.
Seguramente la gran mayoría estaréis pensando que vosotros buscáis la felicidad, el éxito y el amor. Claro, por supuesto, es lo que todos queremos. Pero que lo queráis no quiere decir que lo busquéis activamente. Porque si sois de los que tienen miedo al sufrimiento, que evitan a toda costa las sensaciones molestas, que odian sentirse vulnerables, que cambian de rumbo en la vida cada vez que algo negativo hace acto de presencia… Si sois de esos, me temo que tengo que comunicaros que vivís evitando la infelicidad, el fracaso y el desamor en vez de buscando lo opuesto. ¿Y por qué lo aseguro de modo tan tajante? Muy sencillo:
Cualquiera que se proponga una meta positiva en la vida (y no la negación de una negativa) sabe que no va a ser fácil. La vida siempre exige peaje pero no porque sea así de mala, ni así de dura, ni así de puta como a menudo oigo decir. No. Es porque el único modo de llegar a la cima es escalando y no hay más vueltas que darle. Pues esto igual, para llegar a ciertos puntos hay que superar ciertos desafíos, porque si no eres capaz de superar el obstáculo es que no estás preparado para seguir adelante, es así de simple. Para ser feliz, hay que aprender a ser feliz, para tener éxito hay que aprender a triunfar, para encontrar el amor hay que aprender a amar. Y para aprender hay que superar los retos. Yo no vi a nadie que quisiese aprender a hacer algo y no asumiese que le iba a costar: el niño que aprende a caminar se cae un millón de veces, el que corre cien metros vallas tira mil veces la valla antes de aprender a saltarla. Y es imposible aprender esas cosas tomando atajos en los que no haya que caerse, es imposible, porque la condición para aprender es precisamente SUPERAR EL OBSTÁCULO.
Las personas triunfadoras a las que todos admiramos, son personas que se han enfocado en su meta, que era el éxito, y dieron por bueno cualquier precio a pagar con tal de llegar ahí. Se dejaron la piel y el alma superando los obstáculos pertinentes, tuvieron la constancia para seguir, la fe en su objetivo y el coraje para no desistir. Y nosotros los admiramos, queremos ser como ellos, pero cuando las cosas se ponen feas desistimos. Hay un concepto muy mal entendido con respecto al sacrificio: cuando algo cuesta demasiado es que eso no es para ti y hay que buscar un camino “mejor”  por el que transitar, el atajo ese que nunca llega. Y así, convertimos nuestra vida en una huida constante; dejamos los trabajos, desistimos de las metas propuestas, rompemos con nuestras parejas, abandonamos nuestras inquietudes… Sin entender que el camino hacia la felicidad exige pasar por momentos de infelicidad, el camino al éxito momentos de fracaso y el camino al amor momentos de desamor.
El sufrimiento JAMÁS es gratuito, siempre, siempre, trae una lección que enseñarnos. A veces vemos personas que nos parecen muy maduras para su edad, como si hubiesen vivido mucho ya. Simplemente estas personas no han huido de las lecciones, no han buscado utópicos atajos para llegar a la felicidad sorteando los desafíos. Se han quedado en el camino, han persistido, han aprendido su lección y seguido adelante. Y eso los ha hecho más fuertes y más sabios.
Y si el sufrimiento no es gratuito, si los obstáculos sólo son aprendizaje, ¿por qué vives evitándolo a toda costa? ¿por qué abandonas todos los caminos que impliquen sacrificio? Por cierto, cada vez te cuesta más emprender un nuevo camino, ¿a qué sí? Es porque en vez de volverte cada vez más sabio y fuerte superando obstáculos, te estás volviendo cada vez más mezquino y débil huyendo. ¿A qué tienes tanto miedo? ¿A no ser capaz de superarlo? La vida nunca te va a poner una prueba sin darte las armas para superarla. Nunca. Todo lo que necesitas para superar los obstáculos está dentro de ti, sólo que a lo mejor está muy escondido porque no te has molestado en usarlo en toda la vida. Desempolva la espada y lucha.
Quizás la mejor actitud sea atrevernos a coger el camino que realmente queremos tomar (el camino que cogemos para evitar lo negativo no es un camino, es un precipicio que nada puede enseñarnos salvo a caer en un pozo cada vez más y más profundo) y centrarnos en nuestra meta, en lo que queremos conseguir, no perder esto jamás de vista. Eso nos dará fuerza para asumir los obstáculos, que encararemos de frente, sabiendo que no van a matarnos, que no están ahí “para jodernos” sino para enseñarnos. Y cada desafío superado nos dará más fuerza para superar el siguiente. Porque la vida es eso, superar obstáculos, aprender y crecer. No hay más, esa es la única clase de felicidad que conozco.

domingo, 22 de mayo de 2011

Aprendiendo a amar (2ª parte)

“El Amor requiere voluntad. Amar no es sólo un sentimiento poderoso, es una decisión, un juicio, una promesa. Si sólo fuese un sentimiento no podría prometerse amor eterno”
Comenzamos con esta cita de Fromm para recordarnos que el Amor está dentro de nosotros y no en la otra persona, no se trata de encontrar a alguien que traiga una señal divina sobre su cabeza que nos indique que es la adecuada para comprometerse de por vida. Es dentro de nosotros dónde debemos encontrar la capacidad para hacerlo, y para desarrollarla vamos a dar las claves que tenemos que trabajar. Las primeras son comunes a cualquier arte que desee aprenderse y las últimas específicas del Amor, y también más complicadas, pero no imposibles. Nada es imposible.
Para empezar hay que cultivar la disciplina, proponernos una meta e ir dando los pasos para conseguirla. Cuando somos indisciplinados, convertimos nuestra vida en un caos guiado por las sensaciones del momento: “ahora me apetece, ahora no, ahora estoy eufórico por aprender a cocinar, ahora le he perdido la gracia” Aprende a querer algo y perseverar en ir a por ello sino jamás llegará a dársete bien nada. Para ello hay que tener paciencia, si queremos resultados rápidos nunca aprenderemos un arte; hay que aprender a que el tiempo y los obstáculos no nos desmoralicen, sino mantener la motivación centrando nuestra mente siempre en el objetivo a conseguir.
Para amar también debemos superar el egoísmo. Contra lo que podamos pensar, las personas egoístas o egocéntricas no se quieren nada a sí mismas, realmente se odian, lo cual los hace sentirse insatisfechos, y para compensarlo intentan darse caprichos como un sucedáneo de amor a sí mismo. Y como amarnos a nosotros mismos es indispensable para amar hay que superar esto. Hay que dejar de ver el mundo desde nuestro punto de vista para empezar a ser humildes y objetivos; dejar de pensar que el mundo es como nosotros lo vemos, que no todo lo que nos hace sentir mal está mal, esa es sólo la sensación que provoca en ti, tal vez por tus propios miedos o debilidades pero eso no implica que el hecho esté objetivamente mal. Y entender que nuestra opinión sobre lo que hace la otra persona o sobre lo que va a suceder es sólo eso, una opinión. El problema radica en cuando empezamos a ver nuestras sensaciones como algo real, como “la verdad” y comenzamos a actuar en base a ello. Deja de creerte tan listo.
Pero tal vez lo más importante para amar sean la fe y el coraje. La fe es la certeza y firmeza que tienen nuestras convicciones. Para ser capaz de prometer algo hay que tener fe en uno mismo, si sabemos que nuestras convicciones acostumbran a zozobrar a la mínima, si sabemos que cambiamos de opinión con rapidez, malamente podremos comprometernos con nada ni nadie. Y tener fe requiere coraje porque cuando queremos ir a por algo, cuando tenemos una meta, hay que correr un riesgo y estar dispuesto a aceptar el dolor y la desilusión sin que eso nos haga desistir. Los que no tienen fe se aferran a la seguridad y a la tranquilidad por encima de todo, se encierran en un sistema defensivo que finalmente los convierte en prisioneros; las corazas suelen tener esa capacidad: empiezan siendo un escudo para protegernos de lo que tememos y acaban por ahogarnos en su interior. Obviamente, sin fe y coraje no se pueden hacer planes a largo plazo, ya que siempre tememos cambiar de idea. Pero, ¿qué se esconde detrás de estos cambios repentinos de idea? El miedo racionalizado. Me explico: nos marcamos una meta y empezamos con fe y coraje, pero ante el primer imprevisto empezamos a temer no conseguirlo y ¿qué hacemos? Crear justificaciones para dejar de creer en ello. ¡Y nos sentimos superequilibrados, aún por encima!: “No, es que yo soy muy racional, y lo estuve considerando y creo que es lo mejor”. Lo que tienes es una capacidad inaudita para boicotear lo que anhelas porque temes no conseguirlo. No se cambia tan rápido de opinión, cuando algo realmente va mal, se ve a largo plazo, los cambios repentinos los provoca nuestra falta de fe y coraje. Para amar debemos ser capaces de mantener nuestra opinión sobre una persona aunque algunos hechos imprevistos parezcan invalidarla, ser capaces de tomarnos las dificultades de la vida como un desafío cuya superación nos hace más fuertes y no como una señal de que hay que rendirse. Y para todo ello hace falta fe y coraje. Bien, ¿cómo conseguimos tenerlos, entonces? Estando atentos y observar el momento en que perdemos la fe y analizar las racionalizaciones que utilizamos para disimular esa pérdida de fe, reconocer cuando se actúa cobardemente y cómo se justifica. Cada vez que pienses en desistir y tengas un buen motivo recuerda que es el miedo quien te los da y es la fe y el coraje quienes te alientan a seguir, ¿a quién vas a escuchar? Y sobre todo darnos cuenta de que cada traición a la fe, cada vez que creímos en algo y luego lo dejamos por el camino, nos debilita. Y esa mayor debilidad nos lleva a una nueva traición y así a un círculo vicioso en el que acabaremos por no tener fe para empezar nada.
Ahora es momento de poner todo esto en práctica, porque puedes leerte todos los manuales del mundo sobre cómo montar en bicicleta pero sólo lo aprenderás haciéndolo. Y el mejor momento siempre es éste, postergarlo no es más que seguir temiendo. Deja de calibrar si esa persona de verdad va a amarte, si es la adecuada, si va a salir bien, si seréis compatibles… mil y una racionalizaciones que no podrás comprobar ahí sentado. Ten fe en lo que esa persona te hace sentir, ten coraje para superar los inconvenientes que os vengan sin darte justificaciones para abandonar, deja de lado tus intuiciones y opiniones subjetivas sufragadas por la poca estima que te tienes, acepta a la persona como es, perdona sus debilidades porque son las tuyas y ama, ama todo el tiempo. Si lo haces, saldrá bien. Te lo prometo. Porque la vida siempre sale bien: los fracasos no existen, sólo los desafíos que nos hacen cada vez más fuertes, más sabios, más grandes.

Aprendiendo a amar (1ª parte)

El Amor mueve el mundo. El Amor está detrás de prácticamente todo lo que hacemos los humanos. No, no es utopía, ni es poesía; es nuestra naturaleza. En la definición de ser humano va implícita la necesidad de Amor, por algo un bebé al que se alimenta y se le satisfacen todas las necesidades básicas no sobrevive si no recibe muestras de afecto. Es nuestra realidad, negar esta evidencia es negar nuestra esencia.
Así, la mayoría de nuestros actos tienen que ver con el Amor, bien sea a través de una búsqueda activa del mismo o bien a través de una huida. Podemos encontrar personas que llenan su vida de todo menos de Amor, y esto no es más que una bien tejida telaraña con la que pretenden alejarse de tan poderosos sentimiento pero, al fin, el leit motiv de la intrincada red, es el Amor.
Por tanto quizás sea más sano dejar de poner diques al mar y aceptar simple y llanamente que necesitamos el Amor como el aire que respiramos. Bien, pues ya hemos dado un gran, gran paso con esto; ¡vamos bien, chicos! Pero, ¿por qué una necesidad tan básica e intensa se nos hace tan esquiva de satisfacer, por qué no es tan simple como hinchar los pulmones e inspirar? Pues realmente sí es tan sencillo como eso, sólo que antes de que se convierta en algo reflejo, la primera bocanada hay que darla activamente. Y a eso vamos, preparad los pulmones que vamos a sacarle la carbonilla J
El principal problema del Amor es que todos vamos por ahí buscando sentirnos amados, si analizamos con sinceridad y objetividad nuestros actos, en realidad son un intento desesperado de conseguir que nos amen, no de AMAR. Madurar implica pasar de la fase infantil en que los demás nos amaban y dar el paso a ser nosotros quienes amamos. ¿Por qué da tanto miedo el Amor? Porque nos obsesiona cuánto van a amarnos, cuánto vamos a recibir, si va a durar ese amor que nos profesen, si cuando nos conozcan a fondo seguirán queriéndonos. Todo centrado en ser amados y no en amar. Pues lo estamos haciendo mal, porque hay que empezar al revés, porque en esta vida si quieres recibir primero tienes que dar, es la ley. Primero hay que aprender a AMAR y esa es la primera bocanada. Ahora vamos a centrarnos en la técnica de cómo se hace eso.
Y para ello hay que dejar de ir por ahí buscando a la persona adecuada para empezar a amar. Me explico. Primero hay que aprender a querer a la gente en general, no sólo a la pareja. Aprender a aceptar a los demás como son y no querer convertirlos en lo que queremos que sean. Las personas son lo que son y todas ellas son dignas de amar. Y es que el peldaño justo anterior al del Amor es el del Perdón. Sí, el perdón, el ser capaz de que los demás no nos crispen, no nos saquen de quicio, no nos molesten u ofendan, sino de entender que sus debilidades son las nuestras, que son humanos, que tienen corazón. Si aprendemos a aceptar sus debilidades sin juzgarlos u ofendernos, si practicamos esto con quienes nos rodean, estaremos bastante cerca de aprender a amarlos. Bien, pues empecemos por ahí, empecemos por amar nosotros, por dar afecto nosotros, por comprender, por respetar, por dar nuestro tiempo y entusiasmo, por compartir sin esperar recibir nada a cambio. Y os aseguro que recibiréis, es una máxima, siempre que se da se recibe, siempre, siempre, siempre. Además, el dar os hará sentir plenos, dar es mucho más gratificante que pedir. ¿Quién se siente mejor, el que da limosna o el mendigo? El que da se siente bien consigo mismo, al mendigo sólo le han satisfecho la necesidad momentáneamente. Y ahí está el quid. Dar engrandece el alma y pedir la empobrece, nos convierte en eternos insatisfechos, siempre pendientes de que nos den.
Creo que a estas alturas habréis empezado a intuir que el Amor no se corresponde con la idea romántica de que es una capacidad que surgirá cuando encontremos a la persona adecuada. Rotundamente falso. Es una capacidad que hay que fomentar dentro de nosotros y si no lo hacemos, puede aparecer la persona perfecta y seguiremos mendigándole. Ponemos demasiado empeño en la búsqueda, pensando que el problema está en que el otro no nos despierta Amor, y realmente es mucho más fácil encontrar a alguien a quien amar de lo que pensamos. Es graciosa esta actitud que tenemos, es como el que quiere pintar y en vez de ponerse a aprender se repite que cuando aparezca el objeto adecuado para pintarlo será capaz de hacerlo. Y esta comparación (no mía sino de Erich Fromm) es perfecta porque amar es un arte y como todo arte es susceptible de aprenderse.
Así, en el siguiente post sabremos cuales son las cualidades que hay que desarrollar para aprender a amar; igual que para correr una maratón hay que coger fondo o para hacer patchwork hay que saber coser. Todo, absolutamente todo, se puede aprender, sólo hay que tener realmente ganas de hacerlo. Y como ya hemos dicho que el Amor es nuestra esencia, creo que a todos nos concierne aprender este arte. No voy a deciros que sea fácil pero os lo digo siempre: nada que merezca la pena en esta vida va a ser fácil. Como dice Fromm, existe la falacia de que el amor es la ausencia de conflicto, no es verdad, ya que los conflictos son sanos (siempre que sean los reales y no derivaciones estúpidas para no ver el conflicto real, como a menudo solemos hacer) porque producen lo mejor que puede producir el amor, una catarsis. Me encanta la palabra “catarsis”: Purificación, liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda.

jueves, 12 de mayo de 2011

Los fantasmas existen

“Espera lo mejor y prepárate para lo peor”
Una frase que habréis oído muchas veces, sino con esas palabras con otras que vengan a decir lo mismo, que desees que te pase algo bueno pero que te prepares para que no sea así.
Una maravillosa actitud… para jodernos la vida (y jodernos es la palabra, sino lee y me cuentas)
Cuando te preparas para que te pase lo peor comienzas a pensar ya en ello, a imaginarlo, a intentar prevenirlo, a pensar en cómo vas a actuar, a convertirlo en tu fantasma. Porque los fantasmas existen. Lo que pasa es que no llevan sábana blanca ni arrastran una cadena, pero tienen una peculiaridad: la capacidad de volverse reales a base de tanto pensarlos.
Cuando yo era niña mi padre estudiaba psicología, y siempre me hablaba de algo que no acabé de comprender sino hace poco. Las profecías autocumplidas. La wikipedia lo explica así “La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición "falsa" de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva "verdadera". Y ahí está el quid: que provoca un nuevo comportamiento. Tú, cuando comienzas a pensar que algo malo puede llegar a suceder y empiezas a darle vueltas en tu cabeza, a dedicarle horas, a temerlo o aunque solo sea a pensarlo, al final acabas alterando tu comportamiento como si eso ya fuese real. ¿Y que acaba por pasar? Que se cumple. Y somos tan geniales que por encima nos damos una palmadita en la espalda y nos decimos: “Ves, si es que yo ya lo veía venir” Va, venga, no os hagáis los locos, ¿cuántas veces os ha pasado?
Lo sé, os cuesta creerme y pensáis que no, que eso acabó pasando porque sí. Pues déjame decirte que es muy probable que lo provocaras tú porque lo temías con tanta fuerza y le dedicabas tantas horas a pensarlo que tu cerebro, que es muy listo y te quiere proteger, empezó a actuar en consecuencia. Por eso no vale de nada esperar lo mejor si nos estamos preparando para lo peor. Un ejemplo práctico: si tú te vas al de la tribu contraria esperando que lleguéis a un acuerdo pacífico pero te vas a él armado hasta los dientes, por si acaso, es probable que en cuanto te vea te ataque. Y luego dirás: “Si es que yo ya lo vi venir” Más bien el que te vio venir fue él a ti, machote.
Y en la vida real esto se manifiesta en múltiples situaciones. Cuando tu negocio empieza a ir regular y ya no pones energía en que vaya bien porque te has convencido de que acabarás cerrando, o cuando temes que una relación salga mal y tratas a la otra persona como si ya te hubiese fallado o te alejas de ella como si ya no formase parte de tu vida. Y es que encontramos una patológica satisfacción en contarnos las alas antes que atrevernos a comprobar si podríamos volar con ellas. Y nos quedamos mirando al cielo viendo como los demás vuelan y maldiciendo nuestra suerte…  La suerte no existe, lo que existen son personas optimistas capaces de aprovechar el viento en su favor porque se atreven a creer que tal vez puedan lograrlo.
Es triste, muy triste, que nos boicoteemos la vida, que no demos un margen a que las cosas nos pueden salir bien. Y aún es peor: si tenemos la suerte de que, con negativismo y todo, las cosas salgan bien y nos sintamos felices,  empezaremos a recelar de esa felicidad, a cavilar que no estamos teniendo algún factor en cuenta o a pensar que es pasajera, que no durará, hasta que consigamos que esa sensación desaparezca. Mira que bien, nuestro universo negativo habrá recuperado su equilibrio y nuestros pronósticos  derrotistas se habrán cumplido, si es que somos unos hachas. Pero no todo son malas noticias, porque el mecanismo también funciona a la inversa. ¡¡Yuhu!! En efecto, si tú esperas lo mejor y das por supuesto que va a ser así tu mente empieza a funcionar como si todo fuese  a las mil maravillas. Y con esa mentalidad es cienmilveces más probable que lo sea porque tus capacidades trabajarán a pleno rendimiento, tus alas estarán a punto.
Además, el preocuparte de antemano lo único que hace es minar tu energía y, cuando realmente salga mal, ya estarás exhausto de tanto negativismo y te será más difícil levantarte. Sin embargo, si tenías tu energía puesta en todo lo positivo, aún en el caso de que salga mal, esa energía positiva te hará reaccionar mejor, encajarlo mejor o incluso buscar una posible solución para no darlo todo por perdido.
Entonces, si esto que proclamo es tan fantástico, ¿por qué no vamos por ahí haciéndolo y la vida no nos va fantástica a todos? Pues porque los seres humanos queremos certezas, queremos saber a qué atenernos, queremos saber qué va a pasar. Y como prever el éxito da miedo porque pensamos “¿y si no se cumple?” Prevemos el fracaso y nos quedamos contentísimos de que las cosas salgan según lo previsto. Como dice Paulo Coelho: “Muchas personas tienen miedo de tener esperanza, prefieren estar preparados para el fracaso”
Da miedo pensar que todo saldrá bien, lo sé, pero anclados al miedo no haremos más que pronosticar desgracias y verlas cumplirse. ¿En eso quieres que se convierta tu vida? Atrévete a creer que todo saldrá bien, atrévete, cultiva esa energía positiva, comenzará siendo una voz pequeñita, aliméntala, hazla crecer con pensamientos optimistas. ¡No tienes nada que perder por creerlo! Si al final algo sale mal (cosa mucho más improbable) habrás ganado dos cosas: no amargarte antes de tiempo habiendo disfrutado el camino y tener una mentalidad mucho más preparada para arreglar los inconvenientes o volverte a levantar si fuese necesario.
Esa va a ser mi nueva actitud a partir de hoy, ¿te apuntas?

sábado, 7 de mayo de 2011

¿A quién votarás para que gobierne tu vida? (2ª parte)

Para los que a estas alturas hayáis decidido derrocar al ego instaurando el alma y os preguntéis cómo, allá va esto. Suena complicado, ¿verdad? Bien, esta que os escribe es la persona más egocéntrica que habéis conocido, sin saberlo me había dejado dominar por el ego toda mi vida. Porque me sentía vulnerable, débil, y el ego me ofrecía la seguridad de apartarme de todo lo que daba miedo. Y así fue, me creé una coraza de egocentrismo que me alejaba de todos. Cuando supe que todo esto me pasaba y busqué el modo de quitármela (sin mucha fe en ello, era algo tan intrínseco en mi persona que veía imposible deshacerme de ella) leí que lo único que había que hacer era ser consciente de que el ego existía, darte cuenta que quien juzga es él, quien da certezas es él, quien cree que tu modo de ver el mundo es el mejor es él, quien quiere que te veas especial y que nadie está a tu altura es él, quien hace que te ofendan los demás es él; y siendo consciente de que existe reírte de él sin dejar que te domine. Aconsejaban  hacer este ejercicio de comprobar la existencia del ego durante 24h y luego ver qué pasaba. Y lo hice, había que probar. Comencé a prestar atención a mis pensamientos y así fue como conocí al ego. Lo oía decir “tal persona mira lo que hace, no tiene ni idea” Y le dije “anda, así que este eres tú”. Y comencé a no hacerle caso, comencé a decirle “tú no lo haces mejor, es una debilidad como tú tienes la tuya, compréndelo, acéptalo y compadécete de él porque tú también eres digno de compasión”, porque no se trata de ignorarlo, al contrario, escucharlo atentamente y decirle que no vas a hacerle caso, que ya no quieres enfadarte más sino perdonar. Haciendo este ejercicio os daréis cuenta la de veces al día que juzgamos, culpamos, censuramos, criticamos, nos exasperamos, sentimos rencor, amenaza, ira, ataque, odio etc. y que todo esto es cosa del ego. Si comenzáis a rebatirlo, a perdonar, a no dejar que os ofenda ni os dañe el comportamiento de los demás, inmediatamente comenzaréis a sentir paz dentro de vosotros porque efectivamente cuando perdonamos a los demás nos perdonamos a nosotros mismos, porque lo que condenamos en los demás no es más que nuestro propio reflejo, siempre, eso que tanto te molesta de los otros es lo que hay dentro de ti. No olvidéis nunca esa gran verdad: cuanto más molesto te sientes con los otros, es porque más lo estás contigo mismo, lo que te saca de quicio de los demás es lo que odias de ti y perdonándoles te perdonarás, aceptándolos te aceptarás.  Así que el único modo de reconciliarnos con nosotros mismos y hallar la anhelada paz interior, la felicidad, es reconciliarse con los demás, dejar de juzgarlos, criticarlos e intentar cambiarlos. El cielo y el infierno están en nosotros, somos nosotros quienes nos condenemos al infierno de eterna angustia o absolvemos nuestros pecados y nos damos la paz; nadie más puede condenarte o absolverte, es una tarea tuya. Entiende esto y serás libre.
Así, con apenas 24h de la nueva práctica ya he visto resultados fascinantes. Personas que veía que se alejaban de mí sin saber por qué y que a su vez me sacaban de quicio a mí, de pronto me vi sintiéndome muy a gusto con ellos y viendo como ellos también se acercaban a mí. Dejé de verlas odiosas para pasar a sentirme a gusto con ellas y, a su vez, en menos de 24 h, recibí un sentido abrazo y unas cariñosas caricias de personas que siempre han rehuido el contacto físico. Ahora que mi coraza ha empezado a resquebrajarse, me he dado cuenta de lo enfadada que estaba con el mundo y, lo que eso reflejaba, lo enfadada que estaba conmigo misma. Porque sentir que todos te sacan de quicio no es más que un reflejo de lo que tú mismo te molestas, cuando aprendemos a no molestarnos por todo -nada es personal, nadie quiere herirnos, lo hacen lo mejor que pueden- dejamos de molestarnos nosotros mismos. Sé que va a ser duro mantener este estado y derrocar al ego pero, vistos los resultados, ahora sé que merece la pena luchar con uñas y dientes por recuperar mi alma. Yo, que tanto hablaba de ella, la había encerrado con una coraza que me alejaba del mundo y me impedía que mi luz brillase y a su vez ver la luz de los demás. Pero eso tiene sus días contados, a mi alma me encomiendo.
PD: No es fácil explicar algo tan complejo y trascedente en un par de post, no dudéis en preguntarme todo lo que no haya sido capaz de aclarar.

¿A quién votarás para que gobierne tu vida? (1ª parte)

Cuando una persona tiene una revelación en su vida, surge inmediatamente la necesidad de compartirla con los demás; si eso te ha ayudado a ti quizás sirva para más gente. Pues bien, ahí va la mía: he conocido al ego.
La idea que todos tenemos de quién soy Yo se compone de dos partes: el ego, o la persona que creemos ser, y la persona que en realidad somos que llamaré el alma. Esta frase describe muy bien esa dualidad: "Dos personas han estado viviendo en ti durante toda tu existencia. Una es el ego: charlatana, exigente, histérica, calculadora; la otra es el ser espiritual oculto, cuya queda y sabia voz has oído y atendido sólo en raras ocasiones". Como bien dice la cita, el ego es quien gobierna, en mayor o menor medida, la vida de todos, excepto la de quienes ya lo conocen porque estos no suelen reelegirlo para el puesto. Por eso, antes de que volváis a votarlo en las próximas elecciones, quiero que lo conozcáis a fondo.
El ego presenta su candidatura anunciándonos que es nuestro valedor contra el miedo que nos da el mundo. Él sabe perfectamente que tenemos miedo, ha vivido nuestra infancia, nuestros traumas, nuestros fracasos y nuestro sufrimiento, conoce al dedillo nuestras debilidades y temores.  Y él está aquí para evitarlo. ¿Cómo? Bien, en su programa electoral están las certezas, nos crea dogmas e ideas prefijadas que nosotros tomamos por ciertas y comenzamos a actuar en base a ellas, así no tenemos miedo, lo que da miedo es lo desconocido, pero en el momento en que crees saber lo que va a suceder ya no temes, ya te antepones a ello con tus acciones. Creemos que vemos venir las cosas, que sabemos cómo va a acabar esta relación si salimos con tal persona, cómo nos irá tal negocio si nos metemos a ello… y la realidad es que sólo son opiniones muy personales y, para colmo, basadas en el miedo, porque el ego no quiere cosas nuevas, quiere que te quedes exactamente cómo estás, gobernado por él, sin sobresaltos ni novedades y le importa un bledo si eso te hace feliz (eso no está en su candidatura).  Quizás sea más sabio y más sano asumir que la vida es una sorpresa constante, no tienes ni idea de lo que va a pasar, vive, experimenta, déjate fluir con la marea de la vida y averigua a qué playas te lleva, eso es lo que te ofrece el alma porque esa es la realidad, al alma no le importa lo que a ti te hace sentir seguro, al alma le importa que vivas según las normas de la Vida, no según esas que tú te has creado para sentirte seguro en esa cárcel que el ego te ha construido, porque eso es lo que ha hecho, ¿quieres seguridad? Yo te encierro aquí y ya verás qué bien.
Más puntos del programa electoral del ego. Hacerte creer que los demás son malos, porque relacionarte con ellos puede dañarte, da miedo, mejor convencerse que no tienen nada bueno que aportarte. Así, comienza a juzgar todos sus actos, a condenarlos haciéndote sufrir con ellos, a aconsejarte que te alejes, o, si no lo consigue, a querer que tú los controles e impongas tu modo de hacer las cosas y ver el mundo, o sea, el de tu ego. Pero, no te equivoques: no sólo juzga y condena a los demás, también hace lo mismo contigo constantemente, juzga, condena y censura todos tus actos, hasta que te sientas tan inseguro de ti que no veas más que defectos en todos los que te rodean. ¿Qué ofrece el alma al respecto? El Perdón. Aprender a perdonar, a ser compasivos con los demás. Porque verás que si empiezas a comprender a los demás, a ser compasivo con ellos y entender que tienen sus debilidades, inmediatamente comprobarás que eres capaz de comenzar a perdonarte a ti mismo y dejar de odiarte por tus errores o debilidades. El alma intenta que mejores pero lo hace como una madre cariñosa, jamás te culpará, jamás te machacará. Eso es cosa del ego para poder mantener su reinado del terror porque a estas alturas ya habrás comprobado que, pese a venderte que te protege del miedo, lo único que hace es anclarte a él. Otra de sus armas para conseguirlo es hacer que te sientas culpable, él no te perdona, él te recuerda las veces que erraste, las que fuiste débil, y te recuerda que no mereces nada mejor que quedarte cómo estás. El ego te estanca, el alma te perdona y te hace avanzar. El ego contaminará todas las relaciones que establezcas por muy buenas que sean, empezará a juzgar, a sacarles sus debilidades y decirte que no son adecuadas para ti, siempre que te sientas mal en tus relaciones con los demás es porque has pensado mal de los demás dejando actuar al ego. Porque el única capaz de amar es el alma. Porque amar no es otra cosa que aceptarse a uno mismo, perdonándose no ser perfecto y al mismo tiempo aceptar a los demás  perdonando sus debilidades. Una cosa lleva a la otra y la otra a la una. El alma ayuda siempre a brillar a los demás, a sacar su luz, cuando las personas sienten nuestra compasión, sienten que las aceptamos con sus debilidades, sacan lo mejor de ellas. Y por último el ego es el encargado de que las cosas nos molesten, irriten o saquen de quicio. Cuando sientes alguna de estas cosas es el ego quien te intenta alejar de los demás. “Mira como te tratan”, te dice,” tú no mereces eso, eres especial” o “tú no necesitas que nadie te diga lo que debes hacer”, o “tú no tienes por qué aguantar esto, esta persona no sabe llevarte, estás mejor solo”. Es el ego quien habla, el alma comprende que nadie te hace las cosas con maldad, puede que tengan debilidades, sí, como las tuyas, pero el alma no se ofende por eso, el alma nunca se siente atacada, no personaliza, no es algo que te hagan a ti, son debilidades de los demás pero no es personal, no te atacan, no te dañan, no te quieren joder ni tocar los huevos. El alma no se ofende, esa sensación la crea el ego. Y si quieres dejar de votarlo, continuamos en el siguiente post

martes, 3 de mayo de 2011

El mercader que huía

“Érase una vez un próspero mercader que recorría el mundo comprando y vendiendo los más variopintos objetos. Le gustaba su profesión, que le permitía conocer numerosos lugares y personas. Un día, al abandonar una bulliciosa ciudad, comprobó que un joven le seguía. Al principio temió que fuese un competidor que quería conocer su ruta, por lo que intentó despistarlo en la noche. Pero a la mañana siguiente el muchacho seguía allá, sin hacer nada, sólo siguiendo sus pasos allá a dónde iba. Pasaron los días, los meses y los años y por más que intentó todas las estrategias, el mercador no consiguió despegar al joven de sus talones, el cual siempre lo seguía a una distancia prudencial y, cuando se volvía para mirarlo, este le devolvía la mirada con una sonrisa. “¿Pero de qué se reirá? De mí, lógicamente, porque no consigo despistarlo” Pensaba el mercader. Cruzó innumerables veces las fronteras, probó a hacer un plan y cambiarlo en el último momento,  dejó de transitar por senderos abiertos y a menudo se inmiscuía en los mercados más bulliciosos, aunque lógicamente allí tuviese más competencia en sus ventas. Y es que el mercader dejó de planear sus pasos en función de qué era mejor para sus negocios para pasar a calcular el mejor modo de dejar atrás al muchacho. Pasados los años, el comerciante hubo de rendirse a la evidencia de que su negocio había empeorado desde que el joven había comenzado a seguirle, obviamente ese había sido su plan desde el principio. Así, un día que se encontraba en la ciudad en la que vivía el anciano más sabio y venerable del país, decidió visitarlo para pedirle consejo. El anciano escuchó atentamente su relato, cómo lo había intentado todo para alejar al muchacho y cómo eso había acabado afectando a su negocio. Cuando hubo concluido su relato el anciano, tras pensar unos instantes, le preguntó:
-          ¿Has probado a preguntarle qué quiere?
El mercader se quedó estupefacto ante la sugerencia del venerable, parecía algo tan sencillo y obvio que sintió vergüenza de que no se le hubiese ocurrido hacerlo en todos aquellos años. Así, el mercader se armó de valor – tras tanto huir del muchacho, había comenzado a temerle, imaginando los más horribles motivos para su insistente persecución – y se fue a preguntarle al joven el motivo de su seguimiento. Éste, sin dejar de sonreír, le entregó un ajado cuaderno diciendo “Se te calló esto” y en cuanto se lo hubo dado desapareció.
Era la libreta en la que el mercader había anotado sus planes de futuro, tan preocupado estaba de liberarse de la presencia constante del joven que había olvidado que ya no llevaba consigo las anotaciones de sus anhelos y deseos. Pasó las páginas, recordando aquellas motivaciones que lo habían movido y encontró algo que le hizo dar un vuelco el corazón: había planeado dejar la mercadería y asentarse al fin en una ciudad para formar una familia. Lo había olvidado”
Como el mercader de mi cuento, solemos gastarnos la vida huyendo de ciertas presencias o sensaciones incómodas que nos acompañan. Urdimos las más variopintas – e inconscientes – estrategias para no sentir esa molesta sensación, y dejamos de planear nuestra vida en función de cómo queremos que sea para pasar simplemente a evitar toparnos con esas emociones. Tal vez sea más sabio darnos la vuelta y preguntarles por qué nos siguen, a menudo tienen algo importante que decirnos, algo que nos estamos perdiendo de vivir por tanto huir.