miércoles, 18 de julio de 2012

¿Por qué caminas si puedes volar?

La vida, ese asunto maravilloso, es Libertad y es albedrío, es instinto y emoción, es un vuelo libre y liberador.

Eso es la vida. O al menos así ha de ser.

Pero, por desgracia, existen también numerosos lastres y barreras que nos limitan, condenándonos a caminar y arrastrarnos por el suelo cuando, realmente, TODOS tenemos alas para emprender el ansiado vuelo.

Y la mayoría de esas limitaciones son mentales y tienen un nombre: Miedo. El miedo es algo terrible y peligroso, y lo es tanto porque, a menudo, no somos conscientes de él hasta que ya nos ha paralizado por completo. Muchas veces empieza de forma paulatina y sibilina, apenas imperceptible, simplemente vamos dejando de hacer pequeñas cosas –que no tienen importancia, nos decimos- porque así evitamos ciertas sensaciones negativas. La culpa, el temor a las consecuencias, el fracaso, el dolor… El problema surge cuando esa sensación nos resulta demasiado agradable y tentadora, ¡mira qué bien! podemos evitar las sensaciones negativas y tan solo debemos pagar el “pequeño” precio de renunciar a ciertas cosas que deseamos hacer.
Así, van pasando el tiempo y la costumbre; y una mañana te despiertas dándote cuenta de que eres incapaz de ir a por lo que deseabas. Bueno, eso si tienes suerte, si no la tienes te darás mil excusas convenciéndote a ti mismo (¡y hay gente a la que eso se le da sorprendentemente bien!) de que en realidad no ansías volar, que prefieres caminar o incluso reptar por el suelo.
Pero, como decía, si tenemos suerte nos percataremos de que algo placentero y maravilloso como emprender el ansiado vuelo nos provoca una desazón y una inquietud terrible que nos paraliza. Obviamente, esta primera sensación es muy desagradable, pero como os digo siempre, darse cuenta del inconveniente es un paso muy, muy grande de cara a solucionarlo.

Pero sí, no voy a engañaros, terrible es percatarse de que te has anclado tanto a tu miedo que ya no es que no des el paso a volar porque no es el momento, no, es que anhelas fervientemente hacerlo, es tu momento, pero eres incapaz. Es curioso el miedo, es una sensación tan limitante y paralizante… nos parece tan real, casi como si fuese un peligro físico y real, de esos  en los que tu vida está verdaderamente en riesgo, con esa intensidad lo sentimos; y realmente es algo irracional, no existe más allá de nuestra cabeza. Y aunque nuestro cuerpo no lo interprete así eso es lo que debemos recordarnos. Es una sensación, solo eso, pero no es real, nada malo ni terrible ni catastrófico va a pasarnos por cambiar el rumbo de nuestra vida.

Quizás el mejor modo de ser capaz de enfrentarse a las limitaciones que nos impiden avanzar y hacer de nuestra vida LO QUE VERDADERAMENTE QUEREMOS QUE SEA (porque vivir de otro modo no tiene sentido alguno, has venido a este mundo para vivir a tu manera y cumplir tus sueños) es darse cuenta de que vida no hay más que una, no vas a tener otra oportunidad, ¿realmente quieres malgastar esta vida que tienes así?

Entonces, una vez convencidos más allá de toda duda de que ansiamos realmente volar, eso es lo que queremos hacer y nada nos puede hacer más felices, repitiéndonos constantemente que ese es nuestro sueño y recreándonos en lo felices que nos hace, ahí comenzaremos a hallar la fuerza para enfrentarnos con nuestras limitaciones.

Piensa que eso es lo más importante, tú mismo, tus sueños y tu libertad son lo más importante de este mundo. Mucho más que la sensación de culpabilidad, que la opinión de los demás, que los posibles obstáculos que tengas que afrontar. Nada, nada, nada es más importante que TU LIBERTAD PARA SOÑAR Y VIVIR. Créetelo, métetelo en la cabeza, tienes derecho a eso, has venido a este mundo para realizarlo, y bien está que te enfrentes a cualquier obstáculo que te lo impida. El más grande está en ti mismo y lo sabes, ese miedo absurdo que te tiene atado.

Sueña, vive, ama, confía, vuela, sé libre… porque del miedo nunca ha surgido nada positivo, pero del amor y de la confianza… salen las vivencias más maravillosas que podemos experimentar los seres humanos. Merece la pena luchar, merece la pena confiar, merece la pena vivir.

Y como siempre, si lucháis venceréis; ya que, al igual que en el video con el que me despido, aunque os parezca imposible, cuando os enfrentéis al terrible miedo descubriréis que solo era humo…

http://tu.tv/videos/atrevete-_7

martes, 10 de julio de 2012

La pregunta no es si debes, la pregunta es si quieres.

Antes los objetos se fabricaban de manera artesanal, lo cual garantizaba que ningún objeto era nunca exactamente igual a otro. Ni falta que nos hacía. A nadie le importaba tener una cuchara que no fuese perfectamente ovalada o una silla que tuviese una veta de más. Antes al contrario, esto hacía que se pudiesen reconocer los objetos como propios, fijándose en los detalles uno podía constatar si ese era realmente su objeto. Y ahora, con el paso de los años, cuando nos topamos alguna antigüedad en la que quedan patentes las maracas de su proceso de fabricación o no son todo lo perfectas que cabría esperarse, irremediablemente sentimos que ese objeto tiene personalidad propia, que tiene alma, pues cada cual es único e irrepetible.
Lo valoramos tanto porque hoy ya no es así. Todo se fabrica en serie, asegurándonos de que cada objeto es exactamente igual a la plantilla original, y si esto no fuese así lo desechamos por considerarlo defectuoso.

Pero, por supuesto, de lo que quiero hablaros no es de objetos sino de personas. Por desgracia, este mismo modo de enfocarlo ha ido aplicándose cada vez más a los seres humanos.
Parece que todos tenemos que ser iguales. Vestir igual, pensar igual, gustarnos las mismas cosas y, lo peor de todo, comportarnos del mismo modo, ese que la sociedad considera normal y aceptable.
Y esto lo que está generando es personas frustradas que deben preguntarse constantemente cómo deben ser, qué deben hacer y no qué QUIEREN hacer.
Vale que vivimos en una sociedad, y que para que esta funciona han de ser acatadas ciertas normas y estilos de vida, sino esto sería un caos. Pero de ahí a que alguien dicte nuestra personalidad hay un largo trecho. Y para ello vuelvo al ejemplo de los objetos. Una cuchara tiene que servir para comer una sopa, eso es así y no hay más vueltas que darle, pero dentro de eso, no tiene que ser exactamente igual a las otras. De hecho, el progreso siempre ha surgido de los “errores”, un objeto que no salió como se esperaba y acabó descubriéndose que era más efectivo que lo que venía usándose hasta la fecha.
Cada persona es un maravilloso, fascinante y encantador mundo que nunca es perfecto. La magia de la vida es que cada uno aportamos algo diferente. Si todos fuésemos  prácticos y racionales, algo que nuestra sociedad valora, no habría lugar para los sueños ni el idealismo y el mundo se estancaría. Si todos fuésemos ordenados y puntuales no habría lugar para la aventura. Y así podría seguir en una lista interminable. Todo es necesario y, sobretodo, TODO ESTÁ BIEN.
No gastes tu tiempo y tu felicidad pensando en cómo debes ser. Sonríe si tienes ganas, no porque todos te digan que debes ser agradable o feliz; habla si tienes algo bello que decir, no por llenar un silencio; canta si el cuerpo te lo pide, no dejes de hacerlo por el qué dirán; confía en los demás cuando el corazón así lo mande, no lo reprimas porque te tachen de inocente o no entiendan que alguien te genere confianza con tanta rapidez; sé sensible, llora y emociónate si tu alma así lo siente y no dejes que te digan que eso es de débiles. No, es de vulnerables que no es lo mismo, y ser vulnerable, contra todo lo que pensamos, es una de las cualidades más maravillosas del ser humano, porque para amar es necesario ser vulnerable. A fin de cuentas, ser vulnerable no significa otra cosa que estar vivo, que las cosas las sientes y las padeces y que no eres una máquina sin corazón a la que ninguna emoción desestabiliza.
Aunque demasiado a menudo parece que queremos crear máquinas más que personas. Te dicen que lo hacen por tu bien y ellos así piensan que es, tus padres, maestros y mayores quieren protegerte del mundo y su dolor y para ello y te dicen que debes ser fuerte, que no has de llorar, que no deben afectarte las cosas, que no debes confiar en nadie, que no deben notar tu bondad porque se aprovecharán de ti. Y así comenzamos a ponernos esa coraza con la que tanta gente camina por la calle y nos hace parecer a todos iguales.

Pero en cada corazón late un alma diferente. Y así ha de ser. Y si el mundo te daña y duele volverás a levantarte pero siempre tendrás el consuelo (y no sabes cuán grande es este consuelo) de haber hecho lo que creíste y te has sido fiel a ti mismos. Eso es VIVIR, comportarse acorde a lo que uno siente. Serás feliz siempre que seas tú mismo, porque pase lo que pase, tendrás paz dentro de ti. Y la paz es la felicidad. No es el éxito, ni la admiración social, ni conseguir lo que te propones, ni ser el mejor. La única forma de ser feliz es teniendo paz dentro de nosotros. Y solo hallarás la paz si eres tú mismo.
Así, dejemos de preguntarnos cómo debemos ser, qué debemos hacer o si nuestro modo de comportarnos es adecuado o correcto o “está bien”. Se tú por encima de todo y de todos, siempre tú, y verás como todos comienzan a respetarte. Pero primero has de comenzar por respetarte tú mismo y decir: aquí estoy y me siento orgulloso de ello.