martes, 10 de julio de 2012

La pregunta no es si debes, la pregunta es si quieres.

Antes los objetos se fabricaban de manera artesanal, lo cual garantizaba que ningún objeto era nunca exactamente igual a otro. Ni falta que nos hacía. A nadie le importaba tener una cuchara que no fuese perfectamente ovalada o una silla que tuviese una veta de más. Antes al contrario, esto hacía que se pudiesen reconocer los objetos como propios, fijándose en los detalles uno podía constatar si ese era realmente su objeto. Y ahora, con el paso de los años, cuando nos topamos alguna antigüedad en la que quedan patentes las maracas de su proceso de fabricación o no son todo lo perfectas que cabría esperarse, irremediablemente sentimos que ese objeto tiene personalidad propia, que tiene alma, pues cada cual es único e irrepetible.
Lo valoramos tanto porque hoy ya no es así. Todo se fabrica en serie, asegurándonos de que cada objeto es exactamente igual a la plantilla original, y si esto no fuese así lo desechamos por considerarlo defectuoso.

Pero, por supuesto, de lo que quiero hablaros no es de objetos sino de personas. Por desgracia, este mismo modo de enfocarlo ha ido aplicándose cada vez más a los seres humanos.
Parece que todos tenemos que ser iguales. Vestir igual, pensar igual, gustarnos las mismas cosas y, lo peor de todo, comportarnos del mismo modo, ese que la sociedad considera normal y aceptable.
Y esto lo que está generando es personas frustradas que deben preguntarse constantemente cómo deben ser, qué deben hacer y no qué QUIEREN hacer.
Vale que vivimos en una sociedad, y que para que esta funciona han de ser acatadas ciertas normas y estilos de vida, sino esto sería un caos. Pero de ahí a que alguien dicte nuestra personalidad hay un largo trecho. Y para ello vuelvo al ejemplo de los objetos. Una cuchara tiene que servir para comer una sopa, eso es así y no hay más vueltas que darle, pero dentro de eso, no tiene que ser exactamente igual a las otras. De hecho, el progreso siempre ha surgido de los “errores”, un objeto que no salió como se esperaba y acabó descubriéndose que era más efectivo que lo que venía usándose hasta la fecha.
Cada persona es un maravilloso, fascinante y encantador mundo que nunca es perfecto. La magia de la vida es que cada uno aportamos algo diferente. Si todos fuésemos  prácticos y racionales, algo que nuestra sociedad valora, no habría lugar para los sueños ni el idealismo y el mundo se estancaría. Si todos fuésemos ordenados y puntuales no habría lugar para la aventura. Y así podría seguir en una lista interminable. Todo es necesario y, sobretodo, TODO ESTÁ BIEN.
No gastes tu tiempo y tu felicidad pensando en cómo debes ser. Sonríe si tienes ganas, no porque todos te digan que debes ser agradable o feliz; habla si tienes algo bello que decir, no por llenar un silencio; canta si el cuerpo te lo pide, no dejes de hacerlo por el qué dirán; confía en los demás cuando el corazón así lo mande, no lo reprimas porque te tachen de inocente o no entiendan que alguien te genere confianza con tanta rapidez; sé sensible, llora y emociónate si tu alma así lo siente y no dejes que te digan que eso es de débiles. No, es de vulnerables que no es lo mismo, y ser vulnerable, contra todo lo que pensamos, es una de las cualidades más maravillosas del ser humano, porque para amar es necesario ser vulnerable. A fin de cuentas, ser vulnerable no significa otra cosa que estar vivo, que las cosas las sientes y las padeces y que no eres una máquina sin corazón a la que ninguna emoción desestabiliza.
Aunque demasiado a menudo parece que queremos crear máquinas más que personas. Te dicen que lo hacen por tu bien y ellos así piensan que es, tus padres, maestros y mayores quieren protegerte del mundo y su dolor y para ello y te dicen que debes ser fuerte, que no has de llorar, que no deben afectarte las cosas, que no debes confiar en nadie, que no deben notar tu bondad porque se aprovecharán de ti. Y así comenzamos a ponernos esa coraza con la que tanta gente camina por la calle y nos hace parecer a todos iguales.

Pero en cada corazón late un alma diferente. Y así ha de ser. Y si el mundo te daña y duele volverás a levantarte pero siempre tendrás el consuelo (y no sabes cuán grande es este consuelo) de haber hecho lo que creíste y te has sido fiel a ti mismos. Eso es VIVIR, comportarse acorde a lo que uno siente. Serás feliz siempre que seas tú mismo, porque pase lo que pase, tendrás paz dentro de ti. Y la paz es la felicidad. No es el éxito, ni la admiración social, ni conseguir lo que te propones, ni ser el mejor. La única forma de ser feliz es teniendo paz dentro de nosotros. Y solo hallarás la paz si eres tú mismo.
Así, dejemos de preguntarnos cómo debemos ser, qué debemos hacer o si nuestro modo de comportarnos es adecuado o correcto o “está bien”. Se tú por encima de todo y de todos, siempre tú, y verás como todos comienzan a respetarte. Pero primero has de comenzar por respetarte tú mismo y decir: aquí estoy y me siento orgulloso de ello.

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