sábado, 3 de septiembre de 2011

El valor de los pequeños gestos.

La Felicidad, esa meta que en ocasiones se nos antoja utópica e inalcanzable, se compone en realidad de pequeñas actitudes cotidianas que todos podemos cultivar. Y una de las más sencillas son los gestos.
“La sonrisa es la felicidad instantánea” me decía ayer un amigo, y me pareció una afirmación muy acertada. Cuando sonreímos nos sentimos inmediatamente bien, siempre y cuando sea una sonrisa sincera, claro. Siempre me he fijado mucho en las sonrisas de las personas porque creo que dicen mucho de ellas. Las hay que no sonríen de verdad, es como si hubiesen aprendido esa mueca social pero fuesen incapaces de sentirla desde dentro, de sonreír desde el corazón, y es esa y sólo esa sonrisa la que nos acerca a la felicidad. Y qué decir de la risa. A menudo algo nos resulta gracioso, o divertido, o nos pone contentos y nos permitimos reír pero sólo a medias, ¡qué dirá la gente si nos ve estallar en carcajadas! Pueden tacharnos de políticamente incorrectos o de alocados. Pero si olvidamos las convenciones sociales y nos permitimos reírnos con ganas –aunque el motivo sea una tontería- dejando salir la risa como si de un torrente de agua desbordada se tratase, inundándonos con su fuerza, sentiremos un chispazo de vida, como si una mecha de bienestar prendiese en nuestro interior y nos recordase qué es estar vivos.
Ahora que lo pienso, nuestra sociedad censura la mayoría de los gestos de felicidad que tengo en mente: reír a carcajadas, bailar, cantar por la calle… Inmediatamente tachamos de loco a quien los hace sin entender que, para ser feliz, es necesario un punto de locura. Tal vez simplemente sea la envidia malsana de ver que alguien se siente contento sin motivo aparente, y disfrazamos esos celos de rectitud moral y de corrección social.
Otro de los gestos que traen consigo sensación de felicidad son los abrazos. Es más, es una sensación de doble felicidad, ya que la sientes y al mismo tiempo la regalas, ¿puede haber algo mejor? No puedo estar más de acuerdo con la inciativa de los free hugs o “abrazos gratis”. Porque a todo el mundo le sienta bien un abrazo, es más, hay momentos o situaciones en que realmente necesitamos un abrazo y es increíble como ese pequeño gesto puede hacernos sentir reconfortados y ver las cosas de un modo más amable. Nos sentimos conectados, comprendidos, no estamos solos en el mundo y se hace patente la máxima espiritual de “Todos somos Uno”.
Y si esos pequeños gestos son tan gratificantes, ¿por qué no vamos por ahí regalando sonrisas, abrazos, canciones y caricias? “No estoy de humor para eso”, nos decimos, y nunca lo estaremos si no empezamos a hacerlo. Porque estos pequeños gestos no sólo son una consecuencia de la felicidad sino también una causa.
Así que, no sé qué opinas tú, pero yo creo que este es un fantástico momento para empezar a sonreír, pegarte un baile en el pasillo y dar un abrazo a ese amigo al que vas a ir a visitar.

2 comentarios:

  1. Me parece un post muy acertado!! Y un gran consejo para seguirlo y practicarlo
    Yo añadiria que aparte de sonreir hay que ver lo que tienes y olvidarte de lo que no tienes ,pues asi ,te llega la felicidad y la sonrisa
    Un beso

    ResponderEliminar
  2. Lo de valorar lo que tienes en lugar de obcecarte en lo que no tienes da para otro post!! Un agran verdad. Me alegro que te haya gustado, un besazo.

    ResponderEliminar