martes, 3 de mayo de 2011

El mercader que huía

“Érase una vez un próspero mercader que recorría el mundo comprando y vendiendo los más variopintos objetos. Le gustaba su profesión, que le permitía conocer numerosos lugares y personas. Un día, al abandonar una bulliciosa ciudad, comprobó que un joven le seguía. Al principio temió que fuese un competidor que quería conocer su ruta, por lo que intentó despistarlo en la noche. Pero a la mañana siguiente el muchacho seguía allá, sin hacer nada, sólo siguiendo sus pasos allá a dónde iba. Pasaron los días, los meses y los años y por más que intentó todas las estrategias, el mercador no consiguió despegar al joven de sus talones, el cual siempre lo seguía a una distancia prudencial y, cuando se volvía para mirarlo, este le devolvía la mirada con una sonrisa. “¿Pero de qué se reirá? De mí, lógicamente, porque no consigo despistarlo” Pensaba el mercader. Cruzó innumerables veces las fronteras, probó a hacer un plan y cambiarlo en el último momento,  dejó de transitar por senderos abiertos y a menudo se inmiscuía en los mercados más bulliciosos, aunque lógicamente allí tuviese más competencia en sus ventas. Y es que el mercader dejó de planear sus pasos en función de qué era mejor para sus negocios para pasar a calcular el mejor modo de dejar atrás al muchacho. Pasados los años, el comerciante hubo de rendirse a la evidencia de que su negocio había empeorado desde que el joven había comenzado a seguirle, obviamente ese había sido su plan desde el principio. Así, un día que se encontraba en la ciudad en la que vivía el anciano más sabio y venerable del país, decidió visitarlo para pedirle consejo. El anciano escuchó atentamente su relato, cómo lo había intentado todo para alejar al muchacho y cómo eso había acabado afectando a su negocio. Cuando hubo concluido su relato el anciano, tras pensar unos instantes, le preguntó:
-          ¿Has probado a preguntarle qué quiere?
El mercader se quedó estupefacto ante la sugerencia del venerable, parecía algo tan sencillo y obvio que sintió vergüenza de que no se le hubiese ocurrido hacerlo en todos aquellos años. Así, el mercader se armó de valor – tras tanto huir del muchacho, había comenzado a temerle, imaginando los más horribles motivos para su insistente persecución – y se fue a preguntarle al joven el motivo de su seguimiento. Éste, sin dejar de sonreír, le entregó un ajado cuaderno diciendo “Se te calló esto” y en cuanto se lo hubo dado desapareció.
Era la libreta en la que el mercader había anotado sus planes de futuro, tan preocupado estaba de liberarse de la presencia constante del joven que había olvidado que ya no llevaba consigo las anotaciones de sus anhelos y deseos. Pasó las páginas, recordando aquellas motivaciones que lo habían movido y encontró algo que le hizo dar un vuelco el corazón: había planeado dejar la mercadería y asentarse al fin en una ciudad para formar una familia. Lo había olvidado”
Como el mercader de mi cuento, solemos gastarnos la vida huyendo de ciertas presencias o sensaciones incómodas que nos acompañan. Urdimos las más variopintas – e inconscientes – estrategias para no sentir esa molesta sensación, y dejamos de planear nuestra vida en función de cómo queremos que sea para pasar simplemente a evitar toparnos con esas emociones. Tal vez sea más sabio darnos la vuelta y preguntarles por qué nos siguen, a menudo tienen algo importante que decirnos, algo que nos estamos perdiendo de vivir por tanto huir.

5 comentarios:

  1. Muchas gracias, Javi! La verdad es que estoy orgullosa de mi cientecito y sobre todo de su moraleja ;)

    ResponderEliminar
  2. Prima, es fantástico... y creo que ni un monje tibetano lo hubiese escrito mejor! Eres como un hada que trae la maestría de la vida, porque estás en contacto humano permanente. (Sandrita)

    ResponderEliminar
  3. La moraleja tiene su cosa y la historia su guasa. No lo digo lo último a mal, por que no te creas que no se me han pasado por la memoria algunas escenas en las que me he visto como el mercader. No te vayas a creer. Es algo muy propio de los seres humanos esas "evasiones".

    De nada. Espero que vayas cogiendo cita en el despacho para que vengas a recoger tu regalo de cumpletacos este mes ;P Felicidades anticipadas

    ResponderEliminar
  4. Me alegro de haberte hecho pensar, Javi, esa es la gracia. Pues hasta después del 12 no me pasaré, que ya sabes que no me gusta que me den los regalos antes de tiempo!!! Muchas garcias, majo! Muak!

    ResponderEliminar